La verdadera
historia de Caperucita roja
Me
dice mi madre que vaya a ver a la abuela. Vaya rollo. Es que cada vez que me ve
me da mil besos y además pincha. Lo malo es que sólo tengo doce años y tengo
que obedecer siempre a mamá. ¿o no? Bueno, me pondré el ridículo gorro rojo que
me ha hecho en el taller de “cose, cose”, donde las señoras sin oficio ni
beneficio van a pasar el rato, e iré a ver al coñazo de la abuelita.
Vaya,
un lobo. Parece medio lelo y además por un ojo yo creo que no ve nada. Y se dirige
a mí, qué curioso. Un lobo que habla.
-¿A
dónde vas, criaturita de Dios?
-A
tí que te importa.
-¿No
irás a ver a tu tierna abuelita?
-Pues
sí, ya ves, haciendo familia.
-¿Y
dónde vive tu adorable abuelita?
-Vaya,
vaya, nos ha salido curiosón el lobo. Ya sabes que a la curiosidad se la comió
el gato.
-Bueno,
bueno, ¿no me dices entonces dónde vive?
-Ni
de broma, anda ya. Me voy.
Y
sigo mi camino tan pancha dejando a ese rarito lobo a mis espaldas.
Lo
que no ve Caperucita Roja, que así se llamaba la niñata, es que el lobo la ha
seguido sin que ella se diera cuenta y que por el camino donde ella va, a lo
lejos, divisa la casa, sin duda de la abuelita. Corto ni perezoso, abre una
ventana con intenciones torcidas cuando le detiene estupefacto la visión de la
abuelita, con ochenta años, con el pelo blanquísimo, que le apunta con un rifle
de caza:
-¿A
dónde vas, Barrabás?
Y
al terminar estas palabras, le dispara a quemarropa y destroza al lobo. Toda la
habitación se llena de sangre lobuna. Caperucita, silvando -“Fue mujer serena hasta en el instante de entregarse
presta a sus amantes, es tiempo de
llanto, es tiempo de duda, de nostalgia y de su locura”- entra en la casa de
la abuela y se hace una idea rápida de lo que ha pasado.
Cabreada, porque han matado
al lobo con quien mantuvo recientemente una conversación, corta pero sustanciosa,
saca su tirachinas y dispara a la abuelita en la cabeza, produciéndole una
hemorragia interna que causa la muerte fulminante. Eso es lo que dirá el
forense más tarde, “muerte fulminante”. Muerta de miedo por lo que ha hecho y
pensando en la regañina de su madre, Caperucita se suicida tomándose unos
barbitúricos que encuentra en el botiquín de la vieja.
Moraleja:
Las
cosas no son como nos la han contado
Pues
la realidad cotidiana es muy cutre
Y
embellecer es oficio de artistas
De
escritores, poetas, de ahí se nutre
Lo
que nos parece hermoso de tu mente deja de lado.
jajajajajaja vaya vuelta de la realidad, me encanta Miguel Ángel.
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